De
ese standby me quedan un puñado de lágrimas con nombre
propio. Primero fue su nombre, luego el de él. Y ahora, meses después, ya no
busco esas lágrimas porque deben estar disecadas en el cajón del olvido, donde
guardo todas las fotos del ayer, todos los besos que me dieron y cada una de
las promesas incumplidas. Reirá con otras mentiras, dice
la canción que le pone banda sonora a ese sucio cajón, embadurnado de poesía y
falsedades.
De
ese standby me queda aquél invierno que me negaba a
cerrar. Ya está de vacaciones porque el tiempo ha pasado y este año tampoco me
ha tocado la lotería. Un regalo menos. Me cansé de esperar lo que nunca iba a
regresar. Y ahora, postadata de este tiempo de espera, me queda Kutxi: después
de pasar la noche en tu agujero, salgo del portal y todo me importa un bledo.
No es que me haya convertido en un abanico que violenta el aire a base de
manotazos. Ese no es el cambio, en eso no consiste el cambio. Pero hacía frío
en ese extraño piso. Atocha. Siete y media de la mañana. Ya sabéis...
Todo
me importa un bledo porque no tengo a nadie que me importe más de lo que me
importo yo mismo. Egoismo. Certeza. Me cago en la puta que
cantó Robe y en aquella canción de Pau que me llamó amigo
... y ahora salir, y ahora beber, y ahora el
rollo de siempre, que es esta vida llena de perros en la que tratamos
de encontrar una luna que nos ponga el camino plateadito y enderezado. Mientras
no haya una almohada conocida, no habrá una nueva vida, y si un contínuo standby,
aunque ya no tenga nombre propio. Que no lo tiene.
Ya
no espero que todo cambie. Voy a hacer un ambor de mis escrotos,
aunque a mi me dejaran muchas fotos. Yo no espero que aparezca la varita
mágica, ni esa preciosa chica de la barra de bar, la que me guiñaba un ojo
mientras le cobraba sus servicios al feto de turno. Clavado en
cualquier antro, la vida sigue pasando y no veo ninguna princesa disfrazada de
persona. Puta es un nombre propio.
Ya
he dejado de esperar y creo que esto sucedió el día que dejé de odiar. Me di
cuenta de que todas las sábanas no son de colores y que algunas de ellas huelen
a levedad. Si a juego entrecruzado de piernas y salibas le quitas el te quiero
siempre te queda el quiero. Pongámosle postdata a ese quiero: quiero
perderme entre tus manos desconocidas y que te bajes hasta el impúdico urinario
y quiero que mañana recuerdes cómo me llamo y que me digas guille, no quiero
que te vayas. Pero tú quieres irte porque hace frío y, principalmente porque no
tienes ya ningún motivo para quedarte. Quiero que esta noche no sea especial y
que ningún moralista me desprecie. Y si lo hace, que le parta los dientes la
vida, que nunca ha sido herido el que no entiende al peregrino y no hay viajer
más sabio que el nómada.
Diciembre de 2006